Verde
público de centro, pérdida de una oportunidad
Las grandes inversiones públicas a veces se
efectúan más por la búsqueda de beneficio económico de unos pocos, que bajo el
punto de vista social o urbano de los que lo sufrirán.
Este tipo de inversiones, deben traer aparejadas mejoras
en el nivel de vida de los ciudadanos del entorno, y más, tras la crisis
acaecida. Debiéramos haber aprendido que el ritmo de crecimiento debe ir de la
mano de la sostenibilidad, y nunca más, tan acelerado como hicimos hace nada.
La sostenibilidad, debiera haber calado en todos,
pues conlleva beneficios en factores educativos y culturales, además de
desarrollo de políticas fiscales equitativas.
Pero ante todo, como decía el Arquitecto Coderch
en relación a su profesión, “Es preciso conocer al máximo los problemas de
nuestro tiempo, pero también las necesidades esenciales del hombre, pues es
nuestra principal unidad de medida”… y como muchos opinamos, la búsqueda de la
felicidad, o quizá no la búsqueda en sí, sino conseguir cierto halo de
felicidad en nuestro día a día, debiera ser uno de los principales objetivos a cumplir
con cualquier actuación urbana.
Tanto el técnico como el político tienen que
“vivir la calle”, escuchar al vecindario y asociaciones, pues aparte de su conocimiento
y/o ideales, se deben a la mejora en la calidad de vida de las personas.
La
necesidad de que muchas ciudades pudieran disfrutar de grandes espacios verdes
como centro neurálgico ha sido fundamental en la historia de su planificación.
Algunas áreas verdes surgieron desde el comienzo en el centro de estas. Otras,
el crecimiento de la ciudad terminó por hacerlas centrales. Véase Hyde Park en
Londres, Central Park en Nueva York, Villa Borguese en Roma, El Retiro en
Madrid o el Parque de María Luisa en Sevilla, que aprovechó la coyuntura de una
exposición Iberoamericana.
Las ciudades que apostaron por ello han hecho de
estos espacios una pieza urbana imprescindible para valorar su calidad de vida,
y hubo un tiempo en que muchos granadinos soñamos con un espacio de estas
características en el interior de la ciudad.
Y aunque en nuestros alrededores, véase Vega o
Sierras, la zona verde es abundante, nuestra cultura urbana mediterránea abogó más
durante siglos por la plaza que por el parque. La ciudad mediterránea se
yuxtapone a la naturaleza, se aparta de ella creando un dentro y un fuera en
contrapunto al urbanismo clásico anglosajón donde la ciudad se relaciona con la
natura.
Hoy en día la gran mayoría de parques en Granada
son de borde. Y esperemos que siga así, pues si estos parques terminan siendo
de interior, significaría el gran menosprecia a la Vega, cada vez más
castigada.
Hubo un tiempo que algunos ingenuos creímos que
todo era posible. Que la gran “herida” que desde hacía años poseía la ciudad
(hablo de la Estación de Andaluces) por fin cicatrizaría. Que barrios enteros
dejarían de vivir dándose la espalda y que la “savia” de la ciudad brotaría en
este gran intersticio urbano que aún quedaba y que tantas posibilidades tenía.
Hubo un tiempo en que parte de la ciudad pensó en
Verde, y llegaron hasta llamarlo “Gran parque del milenio”. Hoy tras la desidia
de lo acontecido con el AVE, ya pocos lo recordaran, pero aún se puede ver si
se indaga en hemeroteca. Varios colectivos apostaban por un gran parque en esos
terrenos, estuviera la estación en otro lugar o allí mismo, e incluso llegaron
a ponerse en contacto con el Arquitecto Moneo, el mismo que iba redactar el
proyecto de aquella gran estación que tendríamos para que introdujera esta idea.
Granada, la ciudad que pensamos cosmopolita,
adolece de grandes parques en su interior de masa arbórea como las cosmopolitas
de verdad. Como aquellas que aprovecharon el momento oportuno para pensar de
verdad en sus habitantes y en el futuro.
No tiene sentido planificar para el tráfico sin
planificar aún más intensamente para otras necesidades humanas y es una
evidencia que las zonas verdes en las ciudades tienen muchos efectos positivos
en el bienestar. Hay datos que evidencian la mejora de la salud física y mental
del ciudadano.
La sociedad cada vez se interesa más por la
situación ambiental. Esto no solo se puede comprobar con el Eurobarómetro,
sino también con barómetros de ámbito regional como el Ecobarometro en Andalucía.
Las áreas verdes dentro de la ciudad, generan lazos
sociales e incluso reducen la tasa de criminalidad, la comisión Europea lo
reconoce, y le viene prestando bastante atención incluso mediante subvenciones.
Hay quien llega a creer que estas inversiones resultan
superfluas, pero existen estudios realizados en Estados Unidos sobre el impacto
económico de estas zonas. En uno de ellos se tomó como ejemplo una gran
plantación urbana (500.000 árboles en Tucson). En los primeros 5 años, los
costes pesaron más que los beneficios, durante los 25 años siguientes los
beneficios sobrepasaron a los costos en más del triple.
Lástima que nunca se pensara en la rehabilitación
de la antigua estación del Sur, por ejemplo, también bien situada y con ciertos
detalles arquitectónicos interesantes. Lástima que aquello de un Gran Parque en
Renfe, último lugar en la ciudad con entidad para albergar una actuación central
como pedíamos los más cándidos no se tomara serio.
Saul Meral
Bernal
Arquitecto
Miembro de la Ejecutiva de la Asociación Española
de Paisajistas.
Delegado de Andalucía.